LA INDUSTRIA DE LA VIVIENDA

129 (23 de mayo de 2008)



Escrito de Luis Delgado Zorraquino, (arquitecto brasileño), que me pasa mi amigo Jose Luis desde el frío Granada, creo que os va a gustar.

La casa fue siempre el abrigo que los humanos construimos para protegernos de las inclemencias del clima, de los ataques de los animales y de los propios humanos. La construcción de nuestras viviendas evolucionó en función de las necesidades básicas humanas y de las capacidades materiales y técnicas de las diferentes sociedades. Se basaba también en la utilización de las experiencias acumuladas, generación tras generación, para dar respuesta a la protección de las condiciones climáticas más adversas y al aprovechamiento de las más favorables. Fue fundamental la práctica de la autoconstrucción solidaria con materiales y técnicas locales, dando pie al gran legado de las arquitecturas anónimas, sin autores conocidos y con soluciones que aún hoy en día nos hacen admirar tanta sabiduría.

Poco a poco, la vivienda fue incorporando nuevos requerimientos que fundamentalmente significaban una mayor seguridad estructural y durabilidad, sistemas más sofisticados de protección contra los agentes biológicos, el fuego, el viento, los terremotos, las lluvias... y una mejora del confort interior, de la habitabilidad y de la funcionalidad (conforme permitían las técnicas y materiales utilizados y también, conforme establecían las normas sociales). Los contenidos éticos de esta arquitectura popular siempre fueron acompañados de los estéticos, como forma de expresar los valores culturales y espirituales de cada pueblo y cultura.

Los arquitectos y urbanistas trabajaron, tan sólo, en los territorios y arquitecturas del poder, de las clases sociales privilegiadas, dando origen a una historia oficial incompleta e irreal, en todo caso bastante diferente de la historia que acabamos de relatar.

Hasta hace bien poco tiempo, nuestros padres y abuelos construían personalmente sus viviendas, en el mismo lugar que sus antepasados y utilizando la acumulación de las mejores experiencias, construyendo lentamente, conforme las posibilidades de cada uno, ampliando, mejorando...

En los últimos años todo cambió. La construcción de viviendas se transformó en una gran industria especulativa, atendiendo más al propio mercado que a las necesidades sociales. Pero fundamentalmente cambiamos el lugar donde vivir, el campo por la ciudad, perdiendo los vínculos afectivos con nuestra cultura más tradicional, con el lugar de nuestros orígenes.

Perdimos las referencias que equilibraban nuestra existencia material y espiritual y también los valores de nuestra convivencia social. Valores y ética que, de nuevo, debemos recuperar.

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