SUKIYAKI

144 (13 de junio de 2008)


En cada momento de nuestra vida nos debemos y somos, en función también de lo que nos rodea, nada que merezca la pena nació como monocultivo, nada mas que en la agricultura moderna (y por eso posiblemente, se esta cargando la misma nuestros campos), con esta premisa cabria decir que el buen urbanismo, solo, no tiene sentido.

Me sorprendía esta mañana cuando oyendo un disco del grupo noruego “The Secret Garden” (que os recomiendo), leía un libro de un francés acerca del alma de Japón cuando describía una comida que se llama sukiyaki, y que no es otra cosa que una especie de cocido de carne muy fina con verduras, setas y fideos, en la misma mesa que se come, hecha por los propios comensales, … y que transcribo a continuación:

Comer no es respetar un menú (un itinerario de platos), sino tomar, con un ligero toque de palillos, ya un color, ya otro, a merced de una especie de inspiración que aparece en toda su lentitud como el acompañamiento desligado, indirecto, de la conversación, que puede ser muy silenciosa. (Roland Barthes “El imperio de los signos”)

Y todo esto a cuenta de que, ya que tu esperas que yo hable de urbanismo malagueño, y la verdad es que sin darme cuenta de ello estoy hablando, porque solo desde Málaga se puede leer un libro de un francés sobre Japón, con música de Noruega y escribir en este blog, … o no?, porque quizás la sorpresa o la razón de entender lo que hacemos con el territorio, hay que hacerla desde la variedad y entendiendo que otros puedan leer este sukiyaki de otra manera, y no como un simple cocido de verduras con carne.

Cuando comemos sukiyaki lo que nos gusta no son solo sus sabores, sino la combinación de los mismos con una compañía, unos olores y un colorido que vamos cambiando en función del tiempo que va trascurriendo al cocinarlos y comerlos, casi lo mismo que hay que hacer con el territorio, … o no?.

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