117 (7 de mayo de 2008)
El éxito de algunas teorías científicas, y en particular la teoría de la gravedad de Newton (lo de la manzana) llevo al marques de Laplace a argumentar a principios del siglo XIX que el universo era completamente determinista, sugiriendo que debía de existir un conjunto de leyes científicas que nos permitirían predecir todo lo que ocurría en el universo, llegando a suponer que las leyes de la física gobernaban todos los fenómenos incluso el comportamiento humano.
Esta doctrina tuvo contestación en 1926 al formularse el principio de incertidumbre por Werner Heisenberg. A la hora de abordar un ejercicio de prospectiva (vease un planeamiento urbanístico), solo hay un lugar de donde podemos extraer imágenes del futuro que no es otro que el pasado; esto es cierto en los sistemas estables (orbitas de planetas por ejemplo), pero en los sistemas complejos y dinámicos como son los humanos dan lugar a acontecimientos poco previsibles razón por la cual la incertidumbre se convierte en característica dominante del futuro.
Si bien hasta la década de los 80 podía ser acertado pensar como iba a crecer Málaga, analizando tan solo como había crecido hasta entonces, ahora con la velocidad que nos imponemos en nuestra actividad (aparece el AVE, una hiperronda, un puerto deportivo y 4000 vpo), en un tiempo tan corto que en una vida se dan varios saltos, cuando antes se necesitaban varias vidas para un mínimo cambio. No hemos terminado de comer el postre, con el café aun humeante y sin apenas digerirlo nos están poniendo la merienda, … así no vamos bien.
Ante esta situación parece acertado la postura de aceptar la incertidumbre para tratar de comprenderla y convertirla en parte de nuestro razonamiento, por lo que resulta obvio lo inconveniente de aplicar modelos evolutivos a largo plazo que pretendan proyectar con precisión el futuro del desarrollo urbano, con lo que seria mucho mas fácil adoptar una idea de planificación mas acorde con la velocidad del hecho urbano, y olvidarnos de los vetustos planes generales para encaminarse en una idea de planificación sujetada en ideas y participativa que en modelos legislativos y encorsetados, porque a este ritmo la manzana cuando caiga nos va a partir la cabeza, y el orden (¿deseado?) lo va a provocar el azar.
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